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Negociaciones sobre contaminación con plásticos: las petroleras defiende su industria

Una torre de perforación bombea botellas de plástico que se amontonan en el suelo.

El artista y activista canadiense Benjamin Von Wong creó la pieza "Perpetual Plastic Machine" a orillas del Sena en París el 27 de mayo de 2023, donde se negocia el futuro tratado mundial para acabar con la contaminación por plásticos.

Foto: Getty Images / BERTRAND GUAY

RCI

Hasta hace poco, los gobiernos que se atrevían a prohibir las pajitas de plástico eran considerados vanguardistas. Ese era el gesto definitivo para demostrar una verdadera preocupación frente a la contaminación causada por los plásticos.

Ahora se sabe que las pajitas de plástico son sólo la punta de un inmenso iceberg de plásticos contaminantes. En la actualidad, cada minuto se vierte en los océanos el equivalente de un camión de basura lleno de residuos plásticos.

Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la producción mundial de plástico se ha duplicado en los últimos 20 años.

Más del 90% de este plástico acaba en el medioambiente, gran parte de ese plástico tiene menos de un año después de haber sido puesto en circulación.

La mitad de los residuos plásticos es enterrado en vertederos, alrededor del 20% es quemado, aumentando la contaminación ambiental y otro 20% se libera en el medioambiente en forma de microplásticos. Sólo se recicla el 9% de todos los residuos plásticos.

Si hay una estadística que simboliza el fracaso de la gestión del plástico a escala mundial, es justamente ese 9% de reciclaje de un material que contamina actualmente todas las regiones del planeta, incluyendo a los seres vivos que la habitan.

El plástico en todo lo que nos rodea

En cualquier supermercado del mundo es difícil comprar en la actualidad determinadas frutas y verduras sin que vengan envueltas en una película de plástico que las protege.

Las cajas de cartón que antes contenían duraznos y moras son ahora la excepción y no la regla, ya que son sustituidas por bandejas de plástico. Un plástico de un solo uso que se tira en cuanto se lo utiliza.

Más de un tercio del plástico se utiliza para envasar o envolver productos. El resto es menos evidente, como todo el plástico utilizado para fabricar la ropa.

El poliéster es un material cada vez más popular, integrado en todo tipo de materiales muy cómodos para moverse: el poliéster, un material sintético a base de plástico que tiene un enorme impacto en el medio ambiente. El 14% del plástico es utilizado para fabricar poliéster.

El plástico rodea todas las actividades humanas. Está presente en los vehículos de transporte, desde los autos a las aeronaves y los trenes, Está en nuestras calles, en el cableado eléctrico, en juguetes, cosméticos, productos médicos, aislantes de edificios, productos electrónicos, etc.

Aunque el plástico a menudo acaba en el mar, sobre todo en forma de microplásticos, la amenaza no se limita a las zonas marinas. El plástico deja su huella en todas partes, desde la extracción de los combustibles fósiles necesarios para fabricarlo hasta los contaminantes orgánicos persistentes que libera allí donde se entierra, muy a menudo en algún lugar de un país en desarrollo.

En menos de cien años, el plástico se ha convertido en el tercer material más fabricado en el mundo, después del cemento y el acero. Si no se hace nada, su producción se triplicará de aquí al año 2060.

Una planta de producción de combustibles fósiles.

Una planta de producción de combustibles fósiles en las arenas bituminosas en Alberta, Canadá. El plástico es un derivado del petróleo.

Foto: La Presse canadienne / Jason Franson

A las petroleras les interesa defender el plástico

En París, donde representantes de unos 175 países negocian un futuro tratado mundial para acabar con la contaminación por plásticos, se cierne una gran sombra: la presencia de las petroleras y sus grupos de cabildeo.

Entre los bastidores de la reunión se enfrentan dos bandos: los que quieren imponer una reducción de la producción de plástico y los que quieren concentrar los esfuerzos en mejorar el reciclaje, sin tocar el problema de la producción.

En el primer bando se encuentran el medio centenar de países miembros de la Coalición de la gran ambición para poner fin a la contaminación por plástico, entre ellos Ruanda y Noruega, que lideran el grupo, pero también la Unión Europea, Canadá, Francia, Chile, Senegal, Perú y Japón.

El otro bando, que se niega a considerar la imposición de normas vinculantes para reducir la producción de plástico, está liderado por Estados Unidos, China, Arabia Saudita y la mayoría de los países de la OPEP, grandes productores de petróleo. Estos países prefieren enfocarse en el reciclaje y en una mejor gestión de los residuos.

Pero en el trasfondo de estos debates acecha la sombra de las petroleras. El plástico es el punto ciego de la producción de petróleo.

Las productoras gigantes de combustibles fósiles, como BP, ExxonMobil, Chevron, Shell y Total ven en el plástico una tabla de salvación para compensar las pérdidas asociadas a la transición energética.

A medida que se acerca el fin de la producción de vehículos que queman gasolina y los vehículos eléctricos empiezan paulatinamente a sustituirlos, los plásticos, derivados de la industria petroquímica y compuestos en gran parte de combustibles fósiles (petróleo, etileno y propano, entre otros), ofrecen a las petroleras una lucrativa alternativa a largo plazo.

Las petroleras están invirtiendo miles de millones de dólares en investigación y desarrollo, así como en la conversión de refinerías para adaptarlas a la producción petroquímica y en grupos de presión.

África y Asia en la mira

En el terreno, las multinacionales petroleras trabajan arduamente para que el consumo de plástico crezca aún más rápido en los países con menos recursos para hacer frente a los cambios climáticos causados en parte por las petroleras que producen combustibles fósiles..

El África subsahariana es uno de los principales objetivos de las petroleras. En los últimos años, varios países del continente africano implementaron medidas para reducir el uso del plástico en sus economías.

Ruanda, que copreside la Coalición de alta ambición para poner fin a la contaminación por plástico, fue el primer país africano en prohibir las bolsas de plástico, ya en 2008, mucho antes que Canadá empiece a considerar esa medida.

Kenia, una de las mayores economías de África, siguió su ejemplo en 2017 con una política para limitar las importaciones de plástico y el uso de plásticos de un solo uso, incluidas las bolsas. Pero en los últimos años, este gran país de África del este se ha visto sometido a una intensa presión por parte de la industria petrolera estadounidense, lo que le ha llevado a dar marcha atrás.

Ya en 2020, las normas kenianas sobre plásticos estaban en el centro de las negociaciones para una asociación comercial entre Nairobi y la administración de Donald Trump. Bajo la influencia del poderoso grupo de cabildeo American Chemistry Council, herramienta de presión de varios gigantes del petróleo, Washington logró convencer a Kenia de que siguiera aceptando los desechos de plástico y ropa estadounidenses.

Desde hace algunos años, Estados Unidos ha puesto el ojo en el continente africano como destino de su basura, incluyendo el plástico. Desde que China cerró la puerta a la importación de residuos plásticos en 2018, las empresas estadounidenses han dirigido su atención en parte a África.

En 2019, Estados Unidos cuadruplicaron la cantidad de residuos plásticos exportados a países africanos en comparación con el año anterior.

Desechos plásticos en un basurero.

Desechos plásticos en un basurero en las afueras de Nairobi, Kenia, el 26 de febrero de 2022.

Foto: Reuters / THOMAS MUKOYA

Más allá de la cuestión de los residuos, las petroleras también han seducido a Kenia con la idea de que, con su apoyo, el país podría convertirse en una potencia regional del plástico, capaz de suministrar múltiples productos a todo el continente.

Además de esta estratagema, las multinacionales han orquestado monstruosas campañas de mercadeo sobre el terreno, ejecutadas por las transnacionales de las bebidas azucaradas. Estas complementan la ofensiva de las petroleras en el terreno para incitar a la población a consumir más bebidas embotelladas.

Como puede verse, la industria de los combustibles fósiles no deja piedra sin remover para facilitar sus planes de crecimiento, a pesar de las destructivas consecuencias para el medioambiente y la transición energética en curso.

Así que está claro que para los negociadores de París queda mucho camino por recorrer. Los países que quieren imponer una reducción de la producción de plástico mediante un tratado internacional vinculante se enfrentan a poderosos opositores.

Luchar contra la contaminación por plásticos es como la lucha por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero: ambas exigen un cambio radical en nuestros estilos de vida, así como decisiones audaces por parte de los responsables políticos y la industria.

No faltan propuestas para eliminar la contaminación: promulgar normas estrictas sobre los envases, reducir el uso de bebidas embotelladas, reducir los residuos en su origen, fomentar el diseño ecológico, recortar las subvenciones a la industria de los combustibles fósiles, invertir en investigación para un reciclaje más eficaz, imponer un depósito, reforzar las normas internacionales sobre el comercio de residuos, así como sensibilizar a la opinión pública sobre las alternativas.

El solo hecho de que los países se hayan reunido para negociar un tratado internacional es una buena noticia en sí misma, aunque los resultados tarden en llegar. En menos de un siglo, la industria petroquímica ha convertido al ser humano en un adicto al plástico.

Por muy práctico que sea en la vida cotidiana, el plástico está dañando la biodiversidad, el clima y la salud de los seres humanos a escala planetaria. Frenar este peligro exigirá cambiar nuestros hábitos, pero a cambio evitará una catástrofe medioambiental y mejorará la salud de los seres humanos.

Fuente: RC / E. Leblanc

Adaptación: RCI / R. Valencia

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